Un buen presagio

‘Un buen presagio’

Como todas las mañanas de domingo, toda vestida de negro, Mamá Úrsula salió apresurada de su casa. No había alcanzado a anudar su pañoleta y la brisa fresca de septiembre se la arrebató de la cabeza. “¡Caramba!” pensó la anciana enojada mientras se agachaba con dificultad para recuperar su prenda. Cuando se levantó notó algo que brillaba fuertemente en el suelo. “¡Una moneda de centavo!” exclamó y la guardó en un bolsillo de su suéter negro. Siguió caminando pero de repente se detuvo, dio media vuelta y regresó a su casa.

Unos minutos después, los vecinos la vieron salir de nuevo. Esta vez iba vestida con uno de sus trajes más alegres y coloridos. Cuando le preguntaron por qué estaba tan feliz, Mamá Úrsula respondió: “¡Hoy va a pasar algo muy bueno en este pueblo!” Los vecinos quedaron muy sorprendidos y decidieron que ellos no se iban a quedar atrás, así que entraron a sus casas y se pusieron también sus mejores trajes. A todo el que preguntaba le explicaban que algo muy importante iba a ocurrir en el pueblo y que todos debían estar preparados.

Muy pronto todos en el pueblo se enteraron del rumor de que algo bueno iba a pasar ese día. La gente arregló los jardínes, barrió al frente de sus casas y recogió toda la basura. Todos empezaron a ayudarse unos a otros y cada calle competía con las demás para ver cual era la más limpia y la que estaba más alegremente decorada. Don Aureliano sacó su acordeón y empezó a buscar a otros para que lo acompañaran. Quería organizar una orquesta y necesitaba saber quiénes podían tocar instrumentos o cantar.

Resultaron muchísimos músicos por todas partes y todos comentaron que nunca se habían imaginado que existía tanto talento en el pueblo. Las señoras decidieron que para una fecha tan importante, tenían que preparar las mejores tortas y manjares. Así que se pusieron en la tarea de rescatar todas las recetas que nunca habían probado y a compartirlas con las demás. De todas las casas salían aromas exquisitos y la gente que pasaba se detenía en cada puerta para preguntar qué estaban cocinando. Muy pronto se alistaron mesas con manteles de cuadros en las plazas y en los parques. Todo el pueblo se alistó para la más grande celebración de su historia.

Al atardecer, la música y la alegría habían invadido hasta el último rincón del pueblo. Todo el mundo bailaba y cantaba. Muchos vecinos que jamás se habían saludado, empezaron a hablar de muchas cosas y encontraron que tenían en común más de lo que se imaginaban. Un gran espíritu de amistad y de cordialidad llenó todos los corazones hasta muy tarde en la noche.

Desde la ventana de su casa, Mamá Úrsula observaba emocionada todo lo que ocurría en el pueblo. Cerrando la ventana se dirigió a su cama y antes de acostarse pensó: “Tenía razón. ¡Algo muy bueno iba a pasar hoy en el pueblo!”

Texto: Guillermo Ramírez
Ilustraciones: Guillermo Cubillos
Cortesía: Barquito de Papel
www.barquitodepapel.com

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